EL REGIMEN DE URIBE
En Colombia el 68% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, el 70% de los campesinos poseen sólo el 5,6% de la tierra y en los últimos 10 años unas 40.000 personas han muerto por causa de la represión. Las cotas de impunidad se mantienen en el 97% de los casos. Colombia ha sido declarada como el país más violento del mundo y ha sido calificada como una “Democracia Genocida”; en los últimos 50 años de gobierno, Colombia ha vivido en un casi permanente estado de excepción.
El último informe de la Oficina de                la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,                se refiere a "graves, masivas y sistemáticas violaciones                a los Derechos Humanos" en Colombia y observa "un notorio                deterioro de la situación". También aclara que                "el principal factor de violación de estos derechos                estuvo constituido por actos de miembros de los grupos paramilitares                cuya perpetración compromete, por acción o por omisión                (…) la responsabilidad del Estado". 
                            
Desgraciadamente las previsiones de evolución                de la situación de los Derechos Humanos en Colombia, tras                la toma de poder del nuevo presidente Álvaro Uribe Vélez,                no pueden ser más sombrías. De él conociamos                su pasado como gobernador de Antioquia de 1995 a 1997, donde impulso                el establecimiento de decenas de asociaciones CONVIVIR (fachada                legal del paramilitarismo, que tuvieron una extensa participación                en la más grave oleada de terror que ha vivido ése                departamento), conociamos también su apoyo abierto a altos                militares retirados del servicio por sus implicaciones con grupos                paramilitares acusados de cometer masacres y otras atrocidades entre                1996 y 1997 (generales Rito Alejo del Río y Fernando Millán),                conociamos así mismo sus promesas de "mano fuerte"                y ciertos rasgos fascistoides apuntados durante su campaña                electoral. 
               
Pocos días después de posesionado                Uribe decretó el estado de Conmoción Interior en todo                el territorio nacional con el cual se le otorgan faultades a las                Fuerzas Militares para hacer capturas preventivas, allanamientos                y recolección de pruebas sobre delitos cometidos en "zonas                con orden público alterado".
               
Uribe tambien ha anunciado la promulgación                de normas para limitar la libertad de prensa, para restringir los                derechos de reunión y circulación, para posibilitar                detenciones indefinidas , así como allanamientos e intercepción                de comunicaciones (telefónicas, postales o electrónicas)                sin orden judicial. Todas estas normas estarán recogidas                en el anunciado Estatuto Antiterrorista. Por lo pronto, el reciente                allanamiento de la residencia del director del Departamento de Derechos                Humanos de la CUT fue realizado ya bajo la cobertura de la Conmoción                Interior.
               
Otras medidas anunciadas, se constituyen                en una auténtica Contra-reforma Constitucional: la limitación                de facultades a la Corte Constitucional y del ejercicio de la acción                de tutela, la fusión de la Procuraduría y de la Defensoria                en perjuicio de la defensa de los Derechos Humanos, modificaciones                a los estados de excepción para regresar a la desgastada                figura del Estado de Sitio, la eliminación del Consejo de                Estado, de las Contralorias y de la Defensoria del Pueblo. 
               
Aunque todas estas medidas se adoptan con                la excusa de la lucha contrainsurgente, su aplicación inmediata                va a ser la de la lucha contra los movimientos sociales. Es díficil                ver en que pueden perjudicar a los moviemientos guerrilleros las                restricciones al derecho de reunión o a la libertad de prensa.                Estas son medidas diseñadas claramente contra la protesta                social, contra las movilizaciones sindicales, barriales o campesinas.                Son medidas contra las luchas en defensa de los servicios públicos,                las luchas que se oponen a los programas de privatizaciones o a                los perniciosos efectos en la agricultura de la apertura económica.                
               
Las primera medidas han estado dirigidas                a la consecución de nuevas fuentes de financiación.                Así, ha establecido un nuevo impuesto de guerra, del 1,2                por ciento del patrimonio líquido con el que se espera recaudar                dos billones de pesos. También ha conseguido del Congreso                de los Estados Unidos la autorización para el uso de los                fondos para el combate antinarcóticos en lucha contrainsurgente.
               
El nuevo gobierno colombiano ha sugerido                también, haciendose eco de una propuesta norteamericana,                la conformación de una fuerza multinacional de paises latinoamericanos                para combatir la insurgencia. Brasil, Ecuador y Panamá han                mostrado su rechazo a cualquier intervención militar en Colombia,                sin embargo Chile y Perú estarían ya en fase de estudio                de una eventual operación multinacional.
               
Otro punto significativo respecto a las                previsiones de guerra es la reserva que Colombia ha establecido                al adherirse a la Corte Penal Internacional (CPI). En los próximos                siete años el gobierno colombiano no aceptará su competencia                para juzgar crímenes de guerra o graves infracciones al DIH                cometidos en territorio colombiano. De la misma forma, Colombia                se prepara a firmar un acuerdo bilateral con Estados Unidos, para                garantizar la impunidad de las tropas norteamericanas operando en                ese país, respecto a la acción de la CPI. 
               
Javier Moya Equiza